Sudando con Charli xcx y Troye Sivan en el Primavera Sound
La primera de las denominadas “supernenas” en aterrizar en el festival fue la británica Charli xcx. Y su presencia causó un gran revuelo entre un público, en el que predominaban los foráneos, que bailó y coreó con fruición sus canciones, mucho más que las del australiano Troye Sivan, con el que comparte la gira “Sweat” (sudor), que tras pasar por Estados Unidos tenía su única parada europea en el Primavera Sound. No hubo ninguna sorpresa y la actuación compartida siguió el mismo guión, con idéntico repertorio y espectáculo. Un show discreto, si lo comparamos con otros anteriores que pasaron por el mismo escenario, como por ejemplo los de Björk o Lana del Rey. Con la música pregrabada y solo un cuerpo de seis bailarines que básicamente arroparon a Troye Sivan, dejando a la nueva diva techno-pop, o hyperpop, británica lucir su tipo en solitario.
Más que un show compartido fue un concierto en el que se fueron repartiendo el protagonismo en diferentes actos o segmentos; en bloques de canciones individuales que lejos de mostrar cohesión eran mundos algo diferentes. Solo hacia el final de la treintena de temas interpretados se juntaron para compartir micros en “1999” y “Talk talk”, dos canciones de Charli xcx que en su día contaron con el “featuring” de Troye Sivan.
Los dos ya habían actuado en la edición anterior del Primavera Sound, entonces como estrellas emergentes y ahora plenamente consolidadas. El cantante australiano -nacido en Sudáfrica- aprovechó para recordar que era el día que cumplía 30 años y lo celebró demostrando un gran dominio del lenguaje pop, con canciones muy melódicas y llenas de un fuerte componente homoerótico, del que hizo gala ya fuera simulando una felación en la inicial “Got me started”, mostrando su lado femenino junto a un bailarín en la tórrida “One of your girls” o saludando a la audiencia con un “Barcelona, hola, qué tal maricones” antes de abordar la amanerada “Bloom”.
Por su parte Charli xcx ejerció con autoridad su papel de “party girl”, luciendo poca ropa y botas de caña alta para rezumar sexualidad en temas de marcado carácter techno, como “Von Dutch” o “360”, ambos de su último disco “Brat”, el que le ha permitido pasar del underground al más rutilante mainstream. Tanto es así que su sola presencia galvaniza a unos seguidores que corean y bailan, como si no hubiera un mañana, “Club classics”, “Unlock it” o “Guess”, canciones “raveras” a más no poder. En otro de sus temas, “Apple”, apareció en las pantallas, disfrutando de lo lindo, Chappell Roan, que será la encargada de cerrar el festival en el mismo escenario.
La noche del jueves permitió disfrutar algunas ‘delicatessen’ que ofrece el festival. Como es el caso del grupo británico Spiritualized que fue invitado para reproducir su segundo álbum, “Pure phase”, cuando se celebra el trigésimo aniversario. Un clásico del denominado ‘space rock’ que tocaron con todo lujo de detalles una macro banda de trece músicos, con secciones de viento y cuerda incluidos, liderada por el guitarrista, cantante, compositor y alma pater del grupo Jason Pierce. Un viaje lisérgico, que alterna pasajes narcóticos con torbellinos de distorsión, del que tuvimos que ausentarnos para poder escuchar que daba de sí la sesión del también británico Jamie xx, que ya había triunfado en el festival cuando formaba parte del grupo The xx. Su elegante ‘set’ sirvió para comprobar que es un omnívoro de la música, picoteando en drum’n’bass, house y otros estilos más atmosféricos hasta hilvanar un tapiz electrónico con muchos matices.
Otro concierto impecable fue ofrecido por Parcels, un grupo australiano instalado en Berlín. Un quinteto que bebe con fruición de sonidos pretéritos pero que los mezcla con un gusto exquisito. Su predilección por el funk y la música disco es notable; los riffs de Nile Rodgers y el quehacer de Daft Punk están en su ADN; lo sintético y las armonías vocales son otro de sus fuertes. Todo ello, combinado, da a sus canciones un tono reluciente, bailable, pop, pegadizo y para nada revivalista. Además de recorrer a lo seguro el festival también apuesta por novedades fuera de cualquier circuito. Fue el caso de un concierto casi clandestino, al que apenas acudieron unas doscientas personas, pero que dejó una profunda huella en los allí presentes. Se trata de la propuesta de los ucranianos Heinaldi & Andriana-Yaroslava Saienko, combinando respectivamente sintetizador modular y voz, para ofrecer un tratado de electrónica futurista y canto medieval adaptando composiciones de la mística benedictina Hildegard von Bingen, abadesa que vivió en el siglo XII y que es considerada una precursora del feminismo. Sus visiones, en la extraordinaria voz de la Saienko, alcanzan la categoría mágica de un grimorio.
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