Amanda Lear, la exótica artista que fue musa de Dalí y niega ser una mujer trans
Casi todo lo que rodea a Amanda Lear resulta un tanto misterioso. Su origen, su edad, su país de nacimiento… incluso su identidad sexual. De hecho, y al menos de forma pública, la artista sigue negando ser una mujer trans, pese a que existen pruebas sólidas de que al nacer le asignaron el sexo masculino. Este ha vuelto a ser un tema de conversación en ciertos corrillos a raíz del reciente estreno del documental Enigma, de la cineasta y fotógrafa Zackary Drucker, disponible en el catálogo de Max. Una de sus protagonistas es la ya desaparecida April Ashley, considerada una pionera de la defensa de los derechos de la comunidad trans en el Reino Unido. Amanda y ella se conocieron por lo visto a finales de la década de los cincuenta en el cabaret parisino Le Carroussel, famoso por dar trabajo a mujeres trans y travestis, donde las dos ejercieron de coristas.
Según declaraciones de la británica, Amanda era entonces un joven pintor del sur de Francia llamado Alain Tap, pero se presentaba ante el público bajo el nombre artístico de Peki d’Oslo. “Peki había sido estudiante de arte y se abría camino pintando pequeñas postales inmaculadas para turistas en la calle. Su actuación fue menos encantadora y yo lo animé a abandonar el escenario y continuar con su arte. Pero no sirvió de nada. Peki adoraba los focos, así que no nos sorprendió que años más tarde se convirtiera en la más famosa de todas, la reina europea de la música disco Amanda Lear”. A tenor de su testimonio, Peki se hizo muy amiga suya y la asesoró cuando dijo que quería ser “una mujer” como la británica, quien al reunir unos ahorros se presentó en la clínica del doctor Georges Burou en Casablanca (Marruecos) para someterse a una cirugía de reasignación completa.
Algo después de operarse, Amanda se transformó en una modelo cotizada en anuncios publicitarios y apareció en la portada de algunas publicaciones. Sin embargo, en Enigma lo niega casi todo: que su nombre artístico fuera Peki, que alguna vez trabajara en Le Carroussel, y hasta que sea ella quien aparece posando en una serie de fotografías que le muestra la responsable del documental. Según algunas de sus otrora amigas, Amanda cortó toda relación con ellas después de hacer la transición. Decidió renegar de su pasado y empezar de cero. Quizás porque no quería tener que enfrentarse a los prejuicios, la estigmatización y las experiencias de discriminación de las que eran objeto (y por desgracia siguen siendo) las personas trans. Cuando luego triunfó como cantante y algún periodista le preguntaba por sus desconocidos orígenes, Amanda respondía que no quería ahondar en el tema, que deseaba ser conocida únicamente por su trabajo.
Se supone que nació en el 39 en la ciudad de Saigón, al sur de Vietnam, y en el citado documental de Max afirma que de niña fantaseaba con llegar a ser alguien importante, en contraposición a su madre, una oriental pobre y abandonada por su esposo. “Dejé a mi familia cuando tenía 16 años porque quería ir a la escuela de arte, y nunca más volví a verlos. Fui a la escuela de arte porque me encanta pintar”, cuenta a Drucker, a quien también asegura que empezó en el mundo del modelaje de forma casual, después de encontrarse por la calle con una señora que se fijó en su aspecto físico, el de una chica alta, delgada y con rasgos exóticos, y le ofreció trabajar como modelo a tiempo parcial. Así se inició en un mundo que le iba a brindar la oportunidad de ganar dinero posando para distintos fotógrafos y de colaborar con gente como Yves Saint Laurent o Karl Lagerfeld.
En alguna ocasión ha hablado también de que en un momento dado cambió París por Londres, donde formó parte del llamado 'Swinging London' junto a distintos artistas y estrellas del rock. “Todas esas fiestas consistían en beber, emborracharse y fumar marihuana”, contaría. “Nunca me ha gustado eso. Bueno, quizá un poco a finales de los años sesenta”. Sobre esta etapa, April Ashley contaba en Enigma que nuestra protagonista “se cambió el nombre a Amanda” y para obtener su pasaporte británico “de forma fácil” se casó con un hombre, el señor Lear, elegido al azar en el interior de un pub de Notting Hill. “Le ofrecí 50 libras por casarse con Amanda, y el sábado siguiente nos fuimos al Ayuntamiento de Chelsea para celebrar las nupcias. Amanda Lear ascendió en la escala social de forma astuta y fue brillante a la hora de conseguir publicidad”.
Después de eso, Amanda dejaría atrás su carrera como modelo para debutar como cantante de música disco de la mano de una discográfica alemana. También cultivó su faceta de rompecorazones. No en vano hipnotizó a Brian Jones de los Rolling Stones, sedujo a un David Bowie que alentaría sus ambiciones musicales, inició en el sexo a un jovencito Miguel Bosé y tuvo algo con Bryan Ferry, quien incluyo su imagen en la llamativa portada de su disco For your pleasure. Hasta que en 1979 se casó con el coleccionista de arte Alain Philippe Malagnac. Fue poco antes de su boda cuando empezaron a circular rumores a propósito de su verdadera identidad de género. Rumores que, por otro lado, ayudaron claramente a publicitar su trabajo. Ella, para despistar al enemigo, buscó que la vieran desnuda.
La propia revista Interviú publicó en abril del 78 unas fotografías, con pinta de posado robado, en las que Amanda aparecía enseñando las tetas y un vello púbico frondoso que, para el autor del reportaje, “servía para aclarar una duda universal: Amanda Lear, la cantante inglesa de hombruna voz [...] era realmente una mujer”. Y el periodista añadía: “La duda, en efecto, existía, alimentada tal vez por alguna lengua viperina dispuesta a aguarle el carrerón a la bella cantante”. En el mismo artículo se mencionaba su lío con el pintor Salvador Dalí, al que conoció en París en tiempos de Le Carrousel. “La historia de que yo era antes un hombre se le ocurrió a Salvador Dalí, en la época que yo era su modelo favorita. Pensamos que podía ser una buena idea publicitaria. De ahí viene todo”, dijo a una revista.
Más tarde confesó que el de Cadaqués y ella tuvieron un escarceo (“con el permiso de Gala. Ella autorizó nuestra relación”) y dio algunos detalles más de sus aventuras con un hombre que no dudó en adoptarla como musa. “La gente no entiende que ser musa es una cuestión de estar físicamente presente. No se trata de posar todo el día, sino de compartir la vida cotidiana. Él creía de verdad que era el mejor pintor del mundo. Le dije muchas veces que me encantaba Picasso, pero a él no le importaba”, contó una Amanda que triunfó como cantante en todo el mundo, si bien es cierto que fue en Europa donde sus temas tuvieron más tirón y su estatus de reina blanca de la música disco resultaría más duradero. Gracias a esta popularidad fue portada de la revista musical Bravo y, desde mediados de los ochenta, participó en series y programas de las televisiones alemanas, italianas y francesas.
Con el tiempo, después de haber vendido millones de discos y actuado en tropecientas discotecas del planeta, la octogenaria artista fue dejando aparcada su faceta de cantante y empezó a pasar más tiempo en su casa en la Provenza, donde pinta cuadros que ha expuesto en todo el mundo. En las últimas dos décadas ha aparecido en un puñado de ficciones, entre películas y series de televisión, y el pasado mes de abril estuvo representando en un teatro parisino la comedia teatral L'Argent de la vieille, donde encarna a una multimillonaria anciana de temperamento explosivo. “Creo que todo mi destino estaba escrito en las estrellas”, ha dicho. “Nunca intenté nada. Nunca fui a la escuela para aprender interpretación. Todo sucedió por casualidad”.
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